Cuba - EE.UU.: Deshielo

style="float: right; margin-bottom: 10px; font-weight: 600;"Mon 22nd Dec, 2014

Por fin llegó la era del deshielo con la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, reliquia largamente innecesaria de una Guerra Fría que había terminado hace mucho y de una revolución que había terminado hace mucho más.
Pero seguían jugando a los soldaditos, unos vestidos de verde fajina con barba de comandante y otros de saco y galera chequera en mano, estilo Tío Sam. Décadas y décadas sin guerra ni revolución, pero con mucho blah blah blah.

Con un Fidel que se resistía a la muerte y al paso atrás. mezclando mística con los aciertos innegables de los primeros años de la revolución, salud y educación universal después de los fusilamientos y las apropiaciones, con un liderazgo de hierro que castigaba con largas penas de cárcel cualquier intento de expresarse, asociarse o viajar sin la anuencia del régimen, con autocríticas parciales como la de haber puesto a los gays en cuarentena durante el comienzo de la epidemia de SIDA, con iconografía revolucionaria, el control absoluto de los medios de comunicación y las excusas perfectas para sus sucesivos fracasos económicos en la sobreabundacia de su desvalorizado monocultivo y un bloqueo económico absurdo por parte de su poderoso vecino del norte.

Con un Estados Unidos que siempre anda en busca de un villano a quien odiar para tapar su prepotencia imperial y su expansionismo económico con tintes de epopeyas que se pasan de generación en generación en forma de narrativas heroicas de guerras imprescindibles para el bien de la humanidad. Con un lobby en el Capitolio, el de la delegación del estado de Florida, con un poder desproporcionado debido a que representa "el" estado clave en las elecciones Estados Unidos, y al ser Florida un estado casi partido a la mitad entre demócratas y republicanos, un grupúsculo de estadounidenses emigrados de Cuba y de descendientes de esos inmigrantes puede hacer la diferencia en una elección presidencial, como ya ha sucedido más de una vez, la más reciente el triunfo de W.Bush sobre Al Gore en el 2001.

Durante décadas ese grupúsculo sostuvo el boicot, obligando a Casas Blancas de todos los colores a pagar el precio de simbólicas pero vergonzosas votaciones anuales en contra de la Asamblea de Naciones Unidas, donde Washington sólo alcanzaba a rescatar el apoyo de Israel y de alguna islita perdida del Pacífico con nombre casi desconocido, contra la condena de prácticamente todos los países del mundo.

Bueno, cansado de perder negocios, hasta ese grupúsculo influyente se dio vuelta y hoy la mayoría de los cubano-estadounidenses, mayoría abrumadora entre los menores de 30 años, está a favor de normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Igual, Obama esperó hasta el último año de su mandato. Como en otros temas, como con el blanqueo migratorio que decretó el mes pasado, por ejemplo, fiel a su estilo, el presidente norteamericano se pasó los primeros años de su presidencia buscando un consenso bipartidista para reanudar relaciones con Cuba, consenso que nunca llegó. Después, a pedido de los candidatos de su partido, dejó pasar las elecciones de mitad de término del año pasado sin tomar decisiones de peso para no perjudicarlos, aunque igual les fue mal. Ahora que ya no tiene nada que perder, ya que los presidentes estadounidenses no tienen chances de volver al poder y por lo tanto carecen de futuro político, con las manos libres, Obama fue por el bronce.

No, todavía no cumplió con su promesa de cerrar Guantánamo, básicamente porque no se animó o no quiso vetar una ley apoyada por varios miembros de su propio partido que prohibía usar fondos públicos para traer a los prisioneros de la base a territorio estadounidense a ser juzgados. Prefirió ir vaciando la cárcel de a poco enchufando prisioneros a países aliados predispuestos, incluyendo Uruguay, pero todavía le quedan unos 250 de los más de 800 que pasaron por ahí. Todavía le queda un año y pico de gobierno para dar un golpe de timón pero dado su carácter y los obstáculos políticos que enfrenta y el pánico que sigue causando en la opinión pública todo lo relacionado con el terrorismo islámico, es difícil imaginarse que Obama cumplirá esa promesa.

Pero Obama también había prometido una nueva relación con América latina, empezando por Cuba. Ya en el 2009 había permitido que la Organización de Estados Americanos, organismo multilateral con sede en Washington y financiamiento muy mayoritariamente estadounidense, invitara a Cuba a reintegrase luego de haberla expulsado en 1962, en tiempos de insurrección guevarista. Luego se dieron otros pasitos: relajamiento del permiso de viaje por acá, envió de alguna misión semioficial por allá, autorización para mandar algún insumo o medicamento en algún caso especial, menos retórica inflamada, más diplomacia silenciosa.

Cuba también hizo lo suyo. Coincidencia o no, Fidel Castro entregó el poder a su hermano Raúl en el 2008, marcando el comienzo de la lenta transición en Cuba, el mismo año en que Obama, primer mandatario negro de la historia, asumiera la presidencia de Estados Unidos. Y en su despedida Fidel elogió y le dio la bienvenida a Obama en un artículo publicado en el portal Cubadebate, cambiando radicalmente el tono con el que se había referido a la administración de Bush. Raúl a su vez dejó en claro desde el principio que él no es Fidel y que mientras su hermano era el prócer, a él le tocaba adaptarse a los nuevos tiempos con bajo perfil y dar paso a la nueva generación tratando de mantener el espíritu revolucionario bajo cierta forma de socialismo, pero dando lugar a reformas y aperturas que permitan dinamizar la economía, hacerse de divisas y generar riqueza que pueda ser derramada, sino repartida.

Primero fueron pequeños gestos, pequeñas desregulaciones, pequeñas oportunidades que sólo los cubanos más adinerados o conectados podían aprovechar. Después, en 2010 y 2011, vino el primer cambio significativo cuando el régimen liberó a sus presos políticos de larga data, decenas de disidentes que llevaban años pudriéndose en cárceles castristas. Ahora a los disidentes también se los persigue y se los encarcela, pero por períodos cortos y por cargos menores, no más del tiempo suficiente para desbaratar un acto o protesta, lo cual no está nada bien pero marca un progreso importante con respecto a lo que era antes. Después llegó la autorización para viajar libremente al exterior en octubre del 2012. otro paso importante aunque para millones de cubanos sigue siendo difícil costearse un pasaporte. Finalmente llegó el histórico saludo entre Raúl y Obama en el funeral de Mandela, en diciembre del 2013 (foto), un logro post-mortem del ícono universal de la reconciliación.

La mesa estaba servida y había llegado el momento. Para Cuba, porque la economía no aguantaba más con sus sponsors Rusia y Venezuela en crisis, y era mejor hacerlo con Fidel vivo y América latina inclinada a la izquierda. Para Estados Unidos, porque la presidencia de Obama se terminaba y el proximo presidente, ya sea Hillary Clinton o Jeb Bush, va a ser más conservador y probablemente no se anime o no quiera.

Esta semana el drama tuvo su desenlace. El intercambio de espías__tres cubanos con años de cárcel por un estadounidense con cáncer__puso el broche de oro simbólico al cese de hostilidades. Escenificó lo que el discurso tradujo en el anuncio de próximas "reuniones de alto nivel para normalizar la relación bilateral". La narrativa se completó con la bendición del papa Francisco en sendas cartas a los dos protagonistas, oportunamente divulgadas por voceros de los tres, para darle el vuelo espiritual que la ocasión ameritaba,

No hubo mucha sorpresa en Estados Unidos, que ya se ha acostumbrado a la forma de gobernar de su presidente. Lo mismo había pasado con Obama en su otra movida para la historia, la reforma de salud del 2012. Esa vez Obama esperó hasta último momento, hasta semanas antes de perder su mayoría en las dos cámaras, con la esperanza de avanzar a través de un consenso bipartidista que nunca alcanzó. Cuando se dio cuenta que iba a perder su mayoría en la cámara baja, forzó la votación y terminó haciendo aprobar la reforma sin un sólo voto opositor. En el proceso entregó varias concesiones, como la creación de una prepaga estatal, pero llegó hasta donde él sintió que podía llegar, y produjo un cambio significativo.

Con la apertura hacia Cuba pasó más o menos lo mismo: esperó y esperó, el apoyo republicano nunca llegó y al final avanzó por su cuenta, cuando el tiempo se le terminaba. Y no avanzó hasta donde quería, hasta el cierre de Guantánamo, sino hasta donde sintió que podía.

Tampoco hubo gran sorpresa en Cuba. Cuando Obama finalmente avanzó, Raúl__y Fidel detrás de Raúl__ hace rato que lo estaban esperando.

Por fin llegó la era del deshielo entre Estados Unidos y Cuba. Prácticamente toda una Asamblea de Naciones Unidas lo estaba esperando, como también espera otros cambios positivos en Cuba. Y también, claro, en Estados Unidos y en otras partes del mundo. Cambios urgentes que se hacen esperar.


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